miércoles, 24 de agosto de 2011

¿Cómo vencemos el dolor?


 Cristo sufre por todos. Su sufrimiento recapitula el sufrimiento de todos y lo redime. Cada quien participa en este sufrimiento redentor mediante su propio sufrimiento. Al unir su sufrimiento al de Cristo, éste se torna redentor: destruye el pecado y el propio sufrimiento. La unión del hombre con Cristo es sólo en la cruz; se tipifica en San Pablo: está crucificado con Cristo. Sin embargo, esta oscuridad se ilumina totalmente con la luz de la resurrección. Para S. Pablo la experiencia de la cruz viene después de la Resurrección. Con el sufrimiento el hombre se apropia en cierta forma el precio de la pasión de Cristo  y así entra y madura en el Reino de Dios. La cruz viene tan unida a la resurrección que  participa de la plenitud de su gloria. Es la gloria. De aquí que el sufrimiento tenga una grandeza sublime de gloria. Lo que se refleja en todo aquel que da su vida por los demás, aunque no sea cristiano. Así se resuelve la paradoja debilidad-fortaleza. Entra en plenitud la esperanza, que da fortaleza en el dolor. Se llega a descubrir este sentido profundo sólo por el Amor que es el Espíritu Santo. Con el sufrimiento el hombre suple lo que falta a la pasión de Cristo, en el sentido de que ésta se hace propia  a través del sufrimiento. Esto se hace en el conjunto del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Así se participa del misterio del Cuerpo divino-humano de Cristo que es la Iglesia. Desde el sufrimiento "inocente", cuando el hombre se inclina al mal, causa el sufrimiento "culpable", y así tenemos el  terrible mal en el mundo. Cristo lo asume todo y lo traspasa de gloria en la cruz triunfante de su resurrección.

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